Los días en los que Ciudad Córdoba arrulla a Cali al ritmo del Petronio

Mientras en el sur de Cali se celebra el Festival Petronio Álvarez, al oriente una cuadra abre sus puertas para arrullar a la ciudad al ritmo de la tambora y la marimba de chonta.
«Nacemos y morimos arrullados», explica la maestra Nidia Góngora al hablar de los arrullos. En el Pacífico la música se convierte en un ritual diario, uno que se utiliza para saludar, celebrar, despedir y llorar. Los bundes, las jugas y las loas son el paisaje sonoro de las personas que nacieron allí. Ningún arrullo suena igual, cada persona, cada madre, lo entona de manera distinta. Como si cada forma de canto fuera una nueva forma de vida.
En San José de Timbiquí el arrullo es, también, una fiesta religiosa de bienvenida. Es un canto al sincretismo religioso con el que celebran la llegada de los reyes magos y la vida de Jesús y la herencia africana.
El nacimiento del ‘arrullo en el barrio’
Los arrullos en el barrio reúnen a más de 2.500 personas cada anoche en la carrera 42 al oriente de Cali. Convierten una cuadra, que parece que no le cupiera ni la mitad de las personas que se ven luego de media noche, en un escenario en el que se baila al son del currulao, el funde y la chirimía hasta las siete mañana.
Un callejón tan estrecho que sólo se puede atravesar como en procesión, en dos filas. En el que de cada casa se asoman cinco o siete cabezas curiosas a ver quiénes pasan por la cuadra, a qué casa le compran la papa rellena de camarón y de cuál viche van a tomar esa noche y, desde la calle, la gente mira con asombro como las casas, que suelen ser lo más privado, los invita a entrar sin pedir permiso. Todas las puertas están abiertas y cada sala se convierte en una fiesta diferente.
La maestra Nidia Góngora, líder de la agrupación Canalón de Timbiquí, y su madre Olivia Bonilla llegaron a Cali a finales de 1997 y en 2009 organizaron el primer arrullo para las personas que, como ellas, no tenían la oportunidad de ir al Pacífico tan seguido a celebrar sus tradiciones ancestrales. Cada seis de enero que no podían ir a Timbiquí abrían las puertas de su casa para celebrar la Epifanía allí.
Un año, al darse cuenta que el Petronio se quedaba corto frente a las ganas de bailar y cantar pasada la media noche, decidieron abrir su casa, nuevamente, en el barrio Ciudad Córdoba, para continuar la celebración con los vecinos de la cuadra. Así, la casa de la maestra se convirtió en el pasaje al que llega un pedazo del Pacífico siempre que sea necesario.
‘Arrullo en el Barrio’, como hoy lo conocemos, nació luego de que cerraran la famosa Calle del Pecado en Cali, el rematadero por excelencia de la ciudad. «La gente vio aquí la oportunidad de celebrar la música desde ese contexto natural de unidad. Celebrarla sin distinción de raza, de estrato social», cuenta la maestra mientras recuerda lo que fue ese primer arrullo, en 2014, después del Petronio.
Si usted es de los que baila con dolor de pies, tiene espalda invencible o incluso si a las once ya quiere irse a dormir tiene que pasarse por la cuadra donde el Petronio comienza después de media noche y los arrullos, en vez de dormirlo, le dan batería suficiente para seguir bailando.