Rusia y Ucrania: cómo fue el sitio de Leningrado y por qué muchos lo recuerdan ahora tras la invasión rusa

Sin luz, agua, calefacción o comida. La mayor parte del día, sin poder comunicarse con el mundo exterior, atemorizados por el estruendo de los misiles y la metralla.

«Nos bombardean constantemente. Estamos sin nada», le dice a la BBC Oksana, una residente de la ciudad ucraniana de Mariúpol.

Desde hace casi dos semanas, la localidad, como otras tantas en Ucrania, ha sido asediada sin descanso por las tropas rusas.

Zonas residenciales enteras han sido reducidas a escombros e incluso hospitales y escuelan muestran las cicatrices oscuras de las bombas.

Las fuerzas del Kremlin han cortado el acceso a todos los servicios básicos mientras la ciudad se hiela en inverno.

Imágenes y testimonios desde allí muestran a los residentes reunidos en las calles, cuando las explosiones lo permiten, para cocinar con pedazos de troncos de árboles su comida y, también, formando milicias urbanas para hacer frente al asedio.

«Al menos está nevando. Hay nieve, así que habrá agua, porque la nieve se puede derretir», dice Oksana.

Para ella, como para otros tantos residentes de la ciudad, su realidad ahora se vincula con la memoria terrible de uno de los hechos que más marcó a las repúblicas exsoviéticas: el asedio que vivió por casi 900 días la antigua capital del imperio ruso.

«Para muchos de los que viven en Mariúpol esta situación es como el sitio de Leningrado», dice Diana Kuryshko, periodista del servicio ucraniano de la BBC.

El propio secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, asoció la situación en la ciudad ucraniana con la que vivió la actual ciudad rusa de San Petersburgo, sitiada por los nazis.

«Todos los rusos han aprendido sobre el asedio de Leningrado durante la II Guerra Mundial. Lamentablemente, la historia se ha repetido, pero ahora es el gobierno ruso el que cruelmente mata de hambre a las ciudades ucranianas», escribió Blinken en Twitter.

La asociación entre los asedios despertó señales de apoyos, pero también cuestionamientos entre quienes vieron como desproporcionada la comparación con una de las mayores tragedias de la historia rusa reciente.

Pero para el historiador Richard Bidlack, profesor de la Universidad Washington and Lee y uno de los investigadores internacionales más reconocidos sobre el sitio de Leningrado, la asociación cobra sentido, más allá de la duración y la envergadura de ambos asedios.

«El paralelismo histórico está presente: ciudades que son cercadas por tropas invasoras, que cortan agua, luz y alimentos a sus habitantes, que tratan de vaciarlas con el hambre y con el fuego de misiles y artillería. Y también, con la resistencia popular al invasor través de milicias… son todos factores comunes», le dice a BBC Mundo.

«Lógicamente, es difícil hacer asociaciones y comparaciones cuando hablamos de vidas humanas, porque al final no se trata de una competencia sobre qué hecho duró más o cuál dejó menos muertos. Pero sí es cierto que al ver las imágenes de lo que está pasando en algunas ciudades ucranianas, principalmente en Mariúpol, es difícil no asociarlas con lo que sucedió en Leningrado», agrega

Pero ¿qué pasó en esta ciudad rusa (actualmente San Petersburgo) y por qué se recuerda durante la invasión de Ucrania?

El gran cerco

Fue, tal vez, una de las decisiones militares más inesperadas de la historia: en 1941, Hitler decidió romper el pacto de no agresión que había firmado con Stalin y decidió lanzarse contra la Unión Soviética.

La guerra tenía ahora un nuevo frente y las tropas nazis, con la ayuda inicial de Finlandia, parte de cuyo territorio había sido invadido por el Ejército Rojo, se lanzaron contra una de las ciudades soviéticas más importantes y emblemáticas.

La toma de Leningrado – capital simbólica de la Revolución de 1917 y del bolchevismo- era uno de los tres objetivos principales de la Operación Barbarroja, el plan secreto de Hitler para invadir la URSS.

Leningrado

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pero su importancia iba más allá de lo que representaba la ciudad.

«Leningrado tenía muchos activos. Era responsable de alrededor del 10% de la producción industrial soviética en vísperas de la guerra, con varias plantas de guerra, particularmente en los distritos del sur de la ciudad. Y también tenía una posición estratégica, porque al frente, en una isla, estaba el cuartel general de la enorme Flota Báltica», recuerda Bidlack.

Los nazis arremetieron con todo lo que tenían a su alcance contra la ciudad. Se dice que Hitler creía que caería en cuestión de días.

Pero la resistencia fue más allá de todos los pronósticos: los alemanes no lograron tomar el control, lo que llevó a una tragedia humanitaria de grandes proporciones.

«Hubo bombardeos aéreos y fuego de artillería cruzada. La esperanza de Alemania era que para 1942, no quedaría esencialmente gente en la ciudad y así podrían ocuparla. Su plan para tomar la ciudad era matarla de hambre y bombardearla hasta someterla», recuerda el académico.

Los más de 400 libros que se han escrito sobre el sitio de Leningrado coinciden en que el peor momento fue el primer invierno, cuando las temperaturas eran heladas.

«Nadie sabe exactamente cuántas personas murieron en Leningrado, pero probablemente fueron cerca de un millón solo dentro de la ciudad. En mi investigación, calculé que probablemente entre un tercio y el 40% de la población no logro evacuarse durante el bloqueo. Para los que se quedaron fue absolutamente horrible», dice Bidlack.

«El camino de la vida»

El Ejército Rojo logró mantener una estrecha vía de paso llamada «El camino de la vida» por la que lograron entrar algunos suministros a la ciudad: era una región del lago Ladoga que no fue ocupada por las tropas invasoras.

Esto no evitó que el cerco se convirtiera en una auténtica carnicería.

Los nazis no permitieron corredores humanitarios y la comida comenzó a escasear. Cortaron también el acceso a la energía, calefacción y agua potable en el duro invierno.

Numerosos testimonios cuentan que algunas personas llegaron a comer palomas o gatos e, incluso, a practicar el canibalismo para sobrevivir.

«La cantidad de soviéticos que murieron tanto dentro de Leningrado como luchando alrededor de la ciudad, supera el total de estadounidenses que murieron en todas las guerras en las que han participado las tropas de EE.UU., desde 1776 hasta el presente. La pérdida de vidas fue simplemente extraordinaria», señala Bidlack.

El historiador cuenta que la resistencia también lo fue.

«Como sucede ahora en Ucrania, los residentes de Leningrado también formaron milicias urbanas y salieron a defender su ciudad con cocteles molotov. Recibieron algunas armas, rifles viejos, pero generalmente su principal defensas eran botellas llenas de gasolina. De hecho, cuando vi las imágenes de las milicias en Ucrania lo primero que me vino a la cabeza era que estaban haciendo lo mismo que en Leningrado», dice.

No fue hasta enero de 1944 y tras numerosas operaciones e intentos fallidos, que los soldados soviéticos lograron romper el cerco.

Había comenzado el 8 de septiembre de 1941 y se extendió durante 872 días: 2 años, 4 meses y 19 días.

En su libro «Leningrado: la tragedia de una ciudad asediada»,la historiadora Anna Reid lo describe como «el bloqueo más mortífero de una ciudad en la historia de la humanidad».

La mayoría de los expertos, tanto rusos como occidentales, coincide en que el asedio causó la mayor destrucción y la mayor pérdida de vidas jamás conocida en una ciudad moderna.

El impacto

El sitio de Leningrado ha marcado a la población rusa por décadas como uno de los actos de mayor horror que vivieron durante la II Guerra Mundial.

«Es un hecho que marcó a generaciones, incluidas las del propio presidente Vladimir Putin, que nació en Leningrado y quien ha contado que sus padres casi mueren durante el cerco. De hecho, uno de sus hermanosmurió en esa época«, recuerda Bidlack.

«Putin nace más tarde, en 1952, pero en su familia estaba muy viva aún la memoria de esos años y Putin creció con estas historias del bloqueo y el asedio», agrega.

El académico señala que incluso uno de los grandes amigos de Putin, Yuri Kovalchuk, es, de hecho, el hijo de uno de los más celebrados historiadores rusos del sitio de Leningrado.

Por años, el mandatario ruso ha acudido a los homenajes del asedio que se celebran en el cementerio de Piskarevskoyedonde una inmensa fosa común guarda restos de algunas de las víctimas.

«Mi hermano, a quien nunca vi ni conocí, fue enterrado aquí, ni siquiera sé dónde exactamente», dijo Putin durante un acto de conmemoración en 2012.

Bidlack cree que el sitio también ha marcado la visión de la política internacional del mandatario ruso.

«Cuando vemos sus expresiones sobre si la OTAN quiere cercar a Rusia, sus temores de que Rusia quede encerrada por países enemigos, ahí hay ecos de Leningrado», dice.

El historiador recuerda que el mismo Putin utilizó la comparación del asedio cuando en 2014 fuerzas de Ucrania bombardearon las ciudades rebeldes del Dombás.

Por eso, a Bidlack le resulta paradójico que sean ahora las tropas rusas quienes realicen una estrategia de asedio similar a la que practicaron los alemanes contra Leningrado.

«Lo que estamos viendo en Ucrania es una inversión de la mitología de Leningrado: la nación que se defendía de las tropas del invasor que asediaba su ciudad, se han vuelto el invasor que asedia una ciudad de otro país vecino», dice.

«Si bien Putin ha caracterizado al gobierno ucraniano y a sus combatientes como fascistas y neonazis, la invasión en las últimas dos semanas ha demostrado, de hecho, que Rusia es el país que comete atroces abusos contra los derechos humanos y asedia ciudades de formas no muy diferentes a las del sitio nazi de Leningrado», concluye.

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