Cómo Ecuador se convirtió en el mayor exportador mundial de camarones (y qué papel clave jugó China)
El empresario Jorge Castro extiende el brazo y señala una sucesión de estanques del tamaño de campos de fútbol junto al río Taura, unos 15 kilómetros al sureste de Guayaquil.
«Antes todo esto eran arroceras. Ahora son granjas de camarones», asegura a BBC Mundo.
Su explotación de 200 hectáreas genera más de 1.300 toneladas anuales de este crustáceo.
Castro dirige una de las 4.000 compañías camaroneras que operan en Ecuador, el país que el año pasado batió todos los récords del sector al exportar más de 1.060 millones de toneladas.
Desde los inicios de la industria en la década de 1960, el camarón se ha convertido en un pilar de la economía ecuatoriana, a la que hoy aporta unos 280.000 empleos directos e indirectos, según la Cámara Nacional de Acuacultura (CNA).
Al mismo tiempo, ha transformado sus regiones costeras y manglares, y también ha atraído a peligrosos piratas y delincuentes armados.
BBC Mundo viajó a Ecuador para investigar la realidad de esta industria multimillonaria.
El país del «oro rosado»
Aunque los camarones habitan de forma natural el litoral ecuatoriano, apenas se pescan en aguas abiertas y casi toda la producción es industrial.
El proceso comienza en un laboratorio, donde machos y hembras reproductores seleccionados por sus óptimas condiciones genéticas producen millones de larvas.
Cuando estas crecen, se crían en viveros y luego se depositan en estanques o «piscinas» en zonas de manglares o en tierra firme, como es el caso de la granja de Castro.
«El movimiento es vida en el sector camaronero», afirma el empresario.
Quiere decir que, para evitar que los camarones mueran por falta de oxígeno, un sistema de estaciones de bombeo y compuertas hace fluir el agua entre las piscinas y los ríos o el mar.
Los animales se alimentan con un compuesto de soja, harina de pescado y otros nutrientes al que llaman «balanceado».
La crianza suele durar entre 3 y 4 meses hasta que alcanzan el peso deseado, por lo general unos 20 o 30 gramos. Después se pescan con redes.
Ahí termina el trabajo de las camaroneras, que los venden a empresas procesadoras para su selección, empaquetado y distribución en el mercado.
En 2014 se llegó a pagar US$3,75 por libra de camarón ecuatoriano en el mercado internacional, el máximo hasta la fecha; los años siguientes cayó y actualmente está en unos US$3,10.
El productor recibe aproximadamente la mitad, y el resto lo ingresan las empresas que procesan, empacan y distribuyen el marisco.
Por ello en Ecuador algunos consideran a los camarones como «el oro rosado» por ser casi tan lucrativos y codiciados como el «oro negro».
El petróleo fue el principal activo del país sudamericano en 2022 con el 35,5% del total de exportaciones, según datos del Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca.
El camarón ocupó el segundo lugar, con el 23,6%, y se consolidó como la mayor exportación no petrolera.
Uno de cada cinco camarones que hoy circulan en los mercados mundiales procede de Ecuador.
El país fue pionero en la industria en la década de 1960 gracias a sus condiciones favorables: clima tropical con altas temperaturas y humedad, aguas de buena calidad gracias a extensos manglares que actúan como filtros naturales, y abundancia de especies nativas como el camarón blanco del Pacífico o vannamei.
A esto se sumó la ambición y el esfuerzo de familias y corporaciones, que pasaron de exportar unos pocos contenedores en los primeros años a superar los US$1.000 millones en 2011 y alcanzar en 2022, según la Cámara Nacional de Acuacultura, la cifra récord de US$6.653 millones, un 5,7% del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación.
El papel de China
Paradójicamente, un país situado en las antípodas de Ecuador marcó el destino de su industria camaronera.
«China nos enseñó a producir camarón grande«, explica a BBC Mundo Boris Bohórquez, director de la Federación Ecuatoriana de Acuicultores, que aglutina a los pequeños y medianos productores.
El gigante asiático compró 59 de cada 100 camarones producidos en Ecuador el año pasado.
Desde los inicios de la industria la mayor parte del marisco ecuatoriano se dirigía a Occidente, pero esto cambió.
«Hasta 2014 Ecuador exportaba el 60% de sus camarones a Europa y EEUU, pero de ahí para acá China empezó a demandar nuestro camarón y exigió camarón más grande», indica Bohórquez.
«Lo que producía China ya no les alcanzaba, todo se lo comen y les falta», asegura el representante de los empresarios.
Así, explica, los acuicultores ecuatorianos comenzaron a adaptar sus técnicas de producción a la nueva demanda: entre otras medidas, alargaron la crianza de 3 a 4 meses para aumentar el tamaño de los camarones de un promedio de 18 gramos a unos 30 gramos.
De este modo Ecuador se consolidó en el mercado chino por encima de su principal competidor, India, cuyos camarones son más pequeños en promedio.
De cada 100 camarones que compró China el año pasado, 70 procedían de Ecuador y 18 de India, según datos de la CNA.
Solo con el camarón, Ecuador fue el país que más pescado y marisco vendió a China en 2022 con US$3.582 millones de dólares, por encima de los US$2.750 millones de Rusia, un país fronterizo e inmensamente mayor.
«Somos mutuamente dependientes», reconoce el presidente de la Cámara Nacional de Acuacultura, José Antonio Camposano.
Contrabando desde Vietnam
China es el principal consumidor de camarones ecuatorianos desde hace una década pero, si analizamos los datos oficiales de la CNA y el Ministerio de Comercio del país sudamericano, algo no cuadra.
Entre 2014 y 2018 Vietnam, país especializado en producir y vender este marisco, figura como importador número uno de los camarones ecuatorianos. ¿Por qué?
Una fuente de la industria, bajo condición de anonimato, nos lo explica: durante esos años, las exportaciones de camarones con destino Vietnam acababan llegando a China de forma clandestina.
«Venía un representante chino y te compraba 50 o 100 contenedores en caja blanca sin marca, sin origen, con destino al puerto vietnamita de Hai Phong. Desde allí el camarón entraba de contrabando a China por la frontera terrestre desde Vietnam para no pagar impuestos», reveló la fuente.
«Pero el gobierno chino comenzó a hacer redadas y nos dejaban los contenedores tirados en Hai Phong. Y al final, ya en 2018, dijeron: vamos a formalizar esto«.
Así, las estadísticas muestran que en 2019 las exportaciones a China se triplicaron respecto al año anterior, las dirigidas a Vietnam se redujeron a menos de un tercio y el gigante asiático se consolidó, ya también sobre el papel, como el principal destino de los camarones ecuatorianos.
BBC Mundo solicitó al gobierno chino y la embajada de China en Ecuador participar en este reportaje, pero no obtuvo respuesta.
El «cáncer» de las camaroneras
Una industria que mueve miles de millones cada año en un país con serios problemas de seguridad es casi inevitablemente víctima de la delincuencia.
«Te entran adentro, te asaltan, te encañonan con pistolas o rifles y se llevan todo«, dice a BBC Mundo el empresario Víctor Vergara, que tiene una pequeña explotación camaronera de 14 hectáreas cuya producción de unas 15 toneladas anuales le reporta unos US$200.000.
A Vergara lo asaltaron hace dos años: piratas armados irrumpieron de noche en su granja, dejaron malherido de un disparo al guardia de seguridad, lanzaron sus redes y se llevaron gran parte de la producción, además de barcas y material.
Asegura que casi todos los camaroneros de su zona han sufrido ataques similares y la mayoría de ellos ni siquiera los denuncian por miedo a las consecuencias.
«Recibimos amenazas. Te envían mensajes por medio de otras personas diciéndote que si demandas o avisas a la policía te van a matar«.
Para Danilo Rengifo, Presidente de la Federación Ecuatoriana de Acuicultores, «la situación es como un cáncer» que invade al sector.
«Tenemos que luchar con el tema del precio bajo, la pandemia, el terremoto, las lluvias, las mareas altas… Tener que pelear contra este otro factor es demasiado fuerte», protesta.
«Nos roban camarón, lanchas, balanceado; encontramos a nuestros trabajadores en el agua, que se les llevaron las lanchas; y se dan las extorsiones, que aquí las llaman vacunas«.
Los piratas, nos informan fuentes locales, suelen ser jóvenes de entre 16 y 25 años de barrios marginales de Guayaquil u otras ciudades, que actúan por libre o vinculados a las bandas criminales responsables de la creciente ola de violencia e inseguridad que sufre Ecuador.
Y sus asaltos son cada vez más frecuentes: un 18% más en el primer trimestre de 2023 respecto al mismo período de 2022, según estadísticas de la Federación.
El sector estimó pérdidas de unos US$200 millones por la delincuencia solo el año pasado.
«Pero calculamos que hay al menos un 25% más que no se reportan», afirma el representante de los camaroneros.
El camarón y el manglar
La industria camaronera ecuatoriana ocupa 233.000 hectáreas o 2.330 km2, un territorio equivalente a seis veces la ciudad de Quito.
Más de una cuarta parte opera en áreas marinas y fluviales, donde se erigen los bosques de manglar considerados los pulmones del ecosistema regional.
En Ecuador los manglares abarcan unas 160.000 hectáreas, aproximadamente un 30% menos que hace seis décadas, cuando la industria pesquera local aún no había despegado, según datos del Ministerio de Medio Ambiente.
Las camaroneras talaron parte de estos bosques para establecer y ampliar sus estanques hasta alcanzar el nivel de desarrollo actual.
«De las 233.000 hectáreas de camaroneras casi 60.000 fueron construidas sobre el manglar; pero hace 20 años se prohibió la construcción y la tala, y desde entonces no se ha vuelto a destruir manglar», afirma Boris Bohórquez.
El director de la Federación Ecuatoriana de Acuicultores explica que, lejos de devastar los bosques marinos, algunos pequeños y medianos empresarios del golfo de Guayaquil incluso han dedicado recursos a reforestarlos.
«Invirtieron US$4 millones para levantar un manglar de 1.600 hectáreas y 32 km de largo», indica.
«Conservarlo nos conviene a todos, porque cuanto más manglar hay mejor es la calidad del agua, mejores los oxígenos y mejor será el futuro de todo el sector. Los acuicultores medianos y pequeños vemos cómo se pudren los suelos por el exceso de producción y conocemos los beneficios del manglar», defiende su representante.
El biólogo Bruno Yánez, uno de los mayores expertos en conservación del medio marino en Ecuador, denuncia, sin embargo, que sigue en curso la destrucción de los manglares pese a que estos están catalogados como reservas naturales.
«Aunque hay una veda permanente, grandes y pequeños camaroneros siguen talando manglar para ampliar sus piscinas«, asegura a BBC Mundo.
El científico explica que, además de purificar el agua, el manglar actúa como una barrera de protección frente a las inundaciones en zonas costeras. Por eso su destrucción, combinada con los efectos del cambio climático, podría deparar graves desastres naturales en ciudades a pie de mar como Guayaquil o Esmeraldas.
En nuestro viaje al litoral del suroeste de Ecuador también escuchamos los testimonios de pescadores locales sobre las supuestas expansiones ilegales de camaroneras en las reservas naturales.
«La tala de manglar no para. Las camaroneras en la noche meten las máquinas y hacen como si no pasara nada. La situación está sin control», reclama Hugo Morán, de 49 años, pescador artesanal en Churute.
Según Carlos Villao, cangrejero de 47 años en el golfo de Guayaquil, «para las camaroneras no hay nada ilegal, porque con plata se hace todo«.
«Si les ponen una denuncia y llega Medio Ambiente a la reserva, hacen una llamada de teléfono y ya. Destruyen el manglar», lamenta.
El ministro de Medio Ambiente de Ecuador, José Antonio Dávalos, asegura que las autoridades no pasan por alto la tala de manglar tal y como denuncian científicos, activistas y pescadores.
«Los números dicen lo contrario. En los últimos años hemos tenido 28 camaroneras con sanción en firme, cuyo proceso ya terminó y recibieron multas», afirmó Dávalos.
Aseguró que la mayoría de infracciones las cometen camaroneras ilegales, que son particulares o pequeñas organizaciones sin licencia que construyen granjas o tanques de forma clandestina entre los bosques acuáticos.
«Se van a sitios recónditos, trabajan con una rapidez impresionante y lo hacen en pequeñas magnitudes. Lo que hace el camaronero informal es meterse, talar manglar con la maquinaria y dejar puesta una piscina de 1 o 2 hectáreas en tiempo récord«, expuso.
Todo ello por asegurarse una fracción del gigantesco negocio de la producción de camarón, el «oro rosado» de Ecuador.